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Revista Pandora Brasil - ISSN 2175-3318
Revista de humanidades e de criatividade filosófica e literária


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CERVANTES Y EL NUEVO MUNDO: UN EXILIO QUIMÉRICO

Javier Mocarquer
University of Notre Dame

jmocarqu@nd.edu



Breve biografía autores
 


RESUMEN

Este artículo analiza las circunstancias históricas y biográficas que dan cuenta del deseo de Cervantes ─cuasi obsesión─ por trasladarse al Nuevo Mundo. Este anhelo, al ser impedido por la institucionalidad burocrático-administrativa de la España del XVII, se transforma, de una manera u otra, en materia de ficción, y resulta relevante, sino fundamental, para explicar no sólo los vacíos en torno a la vida del autor, sino también como un tema recurrente en su producción literaria. Se postula que se trata, entonces, de un modo particular de exilio, uno que se vive y representa desde la ficción.

Palabras clave: Cervantes, literatura de viajes, exilio.


La experiencia del viaje representa, para el viajero, un deseo de libertad. Se viaja para recrearse o para descubrir nuevos mundos; también por el anhelo de vivir en un espacio diferente al propio, en el cual es posible reconstruirse íntima y socialmente. Los viajeros suelen ir provistos de sueños, de aspiraciones y esperanzas. Cada hombre y cada mujer que decide desplazarse hacia una tierra desconocida, lleva consigo el deseo de superación, cualquiera fueren sus motivaciones: económicas, políticas, profesionales, y un largo etcétera. Gracias a esto se han producido, a través de la historia, un sinfín de viajes, migraciones, exilios, diásporas y éxodos; seres humanos que se han desplazado hacia la búsqueda de territorios nuevos, con un anhelo en común: la prosperidad.

Pero esta es la historia de un viaje no realizado, cuya concreción nunca se llevó a cabo por razones externas. Es un viaje –o pudo ser– que hubiese cambiado la historia que se escribe sobre la figura y obra de Miguel de Cervantes: el deseo, cuasi obsesión, por trasladarse al Nuevo Mundo. De tal manera, nuestro interés es develar la génesis de ese anhelo: las razones biográficas e históricas que, primero, lo motivaron y, segundo, lo impidieron. Además, aquí proponemos que todo viaje, aunque haya quedado en el intento, representa, en un plano simbólico, una experiencia de deseo y, por tanto, cobra vida en el plano ficcional o imaginario. Esto supone y amerita una revisión, sobre todo tratándose del escritor más importante en lengua española; creador del Quijote, personaje cuyas aventuras y andanzas se gestan, precisamente, en los caminos, en el viaje entre un lugar y su destino.

Respecto al deseo de Cervantes por trasladarse al Nuevo Mundo, se suscitan múltiples preguntas, pero no nos interesa aquí especular sobre cuál y cómo hubiese sido su vida de haberlo concretado, ni la romántica pregunta sobre qué repercusiones esto hubiera traído, como el cuestionarse si hubiese escrito o no el Quijote. Más bien, cabe plantearse, ¿qué razones lo condujeron a solicitar reiteradamente alguna plaza vacante en las Indias?, ¿por qué esto le fue denegado en varias oportunidades?, y, todavía más importante, ¿cómo este deseo se convertiría en materia de ficción? Por lo pronto, se intentará esbozar una aproximación sobre la idea del viaje, ya sea biográfico o ficcional. Luego indagaremos sobre algunos antecedentes históricos e historiográficos que puedan ofrecer algunas respuestas sobre dicho impedimento –el viaje de Cervantes al Nuevo Mundo–, para detenernos, finalmente, en cómo se representa ficcionalmente esa América imaginada en la obra cervantina.


EL VIAJE COMO METÁFORA

La ficción literaria constituye una experiencia liberadora. A través de ella es que se concretizan los mundos imaginados, aventuras y periplos sorprendentes. Así, el viaje en literatura constituye no sólo un tópico, sino también un escenario de posibilidades. El personaje viajero se traslada movido por algún deseo o alguna impronta. Clásicos viajes, como el de Ulises en la Odisea, quien debe salir de su patria dada la necesidad de restablecer un orden perdido. También les sucede a los caballeros andantes en las novelas de caballería, y cómo no, a don Quijote de la Mancha. El viaje representa, en tal sentido, una experiencia inagotable de aventuras, y el camino se convierte en aquel espacio donde todo puede suceder… La búsqueda de aventura es lo que impulsa a Alonso Quijano, convertido en don Quijote, a salir a su andanza. Se ha autodenominado caballero andante, con la meta de proteger a los débiles e imponer la justicia donde, a su juicio, no la hay, bajo las leyes de caballería. Anacronismo que, para su tiempo, hacía evidente su locura. Pero su empresa puede entenderse como un gesto de revivir las aventuras de los antiguos caballeros, llegando al punto de que don Quijote no distinga el mundo ficcional de la realidad.

El viajero, movido por su deseo de llegar a algún destino, o por las aventuras que le depara su andanza, lleva consigo el propósito de realizar un cometido, de producir algún cambio en sí mismo o en otros, a través de sus hazañas. La ficción literaria, en este sentido, está marcada por este deseo de cambio; transformación que supone una meta para el héroe, pero también representa el eje narrativo que activa, de manera constante, el horizonte de expectativas del lector. Sin esta transformación, interna o externa al héroe, no habría historia, es decir, no habría literatura de viajes. Todo ser humano, en algún momento de su vida, experimenta ese mismo deseo de cambio, de reinvención. La figura del aventurero representa el mejor ejemplo; en su búsqueda, el hallazgo de nuevos espacios satisface un impulso de curiosidad, pero también se manifiesta como un modo de autoconocimiento. A través de la búsqueda externa se concretiza la interna. Los viajeros y exploradores, en realidad, se buscan a sí mismos. La literatura de viajes es, en este sentido, una exploración del yo.

Una de las figuras que mejor encarna este deseo de exploración, es la del conquistador de las Indias. Movidos por el anhelo de hacer fortuna, ganar fama y nobleza, muchos hombres se lanzaron a la conquista de territorios remotos. También por el deseo de explorar espacios exóticos, por descubrir un mundo que había sido alimentado en la fantasía. Hernán Cortés, un joven letrado, cuya cualidad más destacable fue su ambición, decidió emprender rumbo a las Indias, cometiendo traición y gestando un plan estratégico para conquistar la civilizada Tenochtitlán. Su plan tuvo éxito y, por esto, logró su cometido, pero a costa de producir uno de los mayores genocidios en tierras americanas.

El Descubrimiento y Conquista del Nuevo Mundo, supuso para Europa una transformación radical, que puede rastrearse desde múltiples perspectivas. No sólo significó un cambio en la configuración geográfica hasta entonces delineada, sino que trajo importantes consecuencias, entre otras, políticas, económicas, y hasta intelectuales. El espacio americano dentro del imaginario europocéntrico: “contribuyó a configurar y transformar al Viejo Mundo, que a su vez se esforzaba en configurar y transformar al Nuevo”. (Elliott 23). De tal modo, América representaba para la vieja Europa, y en especial para Castilla, aquel espacio edénico perdido, corrompido por una larga tradición de sinsabores: belicismo, intolerancia racial y religiosa, pobreza, despotismo, enfermedades, etc. Por ello, el espacio exótico de América, dentro del imaginario europeo, significó un proceso “mediante el cual un idealizado Nuevo Mundo contribuía a sustentar las esperanzas y las aspiraciones del Viejo” (18). En consecuencia, la idea de una tierra virgen por conquistar, en la aventura del descubrimiento, sedujo a muchos hombres que se aventuraron hacia el Nuevo Mundo.

El complejo proceso de conquista de América, estuvo marcado de violencia, guerra y destrucción. Sin embargo, desde la mirada del Viejo Mundo, esto no estuvo exento de pugnas morales o éticas. Desde la perspectiva de algunos intelectuales, religiosos, y hasta la propia Corona, se vio cómo la conquista de territorios representaba la mortandad, sometimiento y esclavitud de seres humanos [1] que, en última instancia –léase literal e irónicamente–, estaban en igualdad de condiciones, ya que “la muerte todo lo iguala”. Empero, el proceso siguió su curso, motivado en muchos casos por el ansia de apropiación de riquezas de los conquistadores, con la premisa –o excusa– evangelizadora, y al amparo de las Coronas europeas. De esta manera, como un modo de apropiación de los territorios en el nombre de los reyes, los conquistadores comenzaron a fundar ciudades, estableciendo en ellas los diferentes sistemas administrativos, para lo cual fueron siendo cada vez más necesarias las instituciones y potestades que detentaran el poder ante las nacientes colonias, que comenzaron a configurarse en pequeños poblados, villas y ciudades.

Una de las instituciones fundadas por orden monárquica de Carlos V en 1524, fue el Real y Supremo Consejo de Indias. Su función era velar por los asuntos entre América y Castilla, salvaguardando los intereses y la voluntad real. Su jurisdicción era ejercida sobre la totalidad del territorio americano conquistado; establecía y ejecutaba toda clase de ordenanzas y reglamentaciones, administrando también la justicia. Sin embargo, su tarea no estuvo exenta de dificultades, por cuanto: “Tanto para las autoridades regionales de ultramar como para el Consejo de Indias y el propio monarca, el Nuevo Mundo era una masa continental de límites imprecisos y conformación nebulosa sobre la que se gobernaba y legislaba no pocas veces en precario” (Serrera, 240). Por esto, surgía la necesidad de proveer cargos que desempeñaran las tareas administrativas. Entre algunos de estos, por ejemplo, se encontraba el de corregidor, rango inferior en la jerarquía, que servía para dirigir asuntos administrativos dentro de alguna circunscripción rural. De este modo, los asuntos administrativos entre España y el Nuevo Mundo, eran controlados mediante instituciones burocráticas que velaban por los intereses de la Corona, bajo el estandarte de la evangelización.


CERVANTES Y EL FRACASO DEL PROYECTO TRANSATLÁNTICO

El proyecto de Cervantes de viajar al Nuevo Mundo, como es de suponer, constituye un sueño de libertad. Sin embargo, este proyecto se vio truncado debido a que le fuera negado en reiteradas ocasiones el permiso para embarcarse al otro lado del Atlántico. Para comprender este hecho, resulta necesario indagar sobre algunos aspectos biográficos del escritor, y así poder esclarecer algunos episodios que sustentan su sueño transatlántico. Uno de los sucesos más interesantes en la vida del genio cervantino fue su propio cautiverio en Argel [2]. También, uno de los temas favoritos de sus biógrafos y comentaristas. Este episodio, que presenta algunos vacíos, deja bastante tela que cortar sobre ciertos enigmas biográficos todavía no resueltos. Su cautiverio representó no solo la imposibilidad de movimiento físico, sino también una privación al deseo de explorar nuevas realidades. A la vez, consideramos fundamental observar cómo dicha experiencia se transformó en tema y motivo literario dentro de su imaginario novelesco [3].

En uno de los documentos encontrados, que data del día 10 de octubre de 1580, aparece un petitorio transcrito por Fray Joan Gil Redemptor de Spaña, ante quien compareció Cervantes. Allí se señala:

[Cervantes] suplica a Vuestra Paternidad sea servido interponer en ella su autoridad, y mandar a Pedro de Rivera, escribano y notario público, el cual por mandado de Su Majestad usa este oficio en esta tierra de Argel, ha muchos años, entre las cristianos, tome los testigos que el dicho Miguel de Cervantes presentare, sobre estos artículos, que con esta también presenta, y recibirá merced. (a)

En este episodio se relatan las penurias sufridas por Cervantes durante su cautiverio argelino. Su amo, que se llamaba Arnautriomamy, era un renegado griego, que se propuso “hacer el bien”, liberando a unos cristianos, por lo cual buscó a un moro para que lo llevase a Orán, pero este último lo abandonó a su suerte. Por ello, Cervantes debió regresar a Argel, y fue allí nuevamente maltratado y sojuzgado por su patrón, “tenido con más cadenas y más guarda y encerramiento”, como consta en el documento. La experiencia del cautiverio que allí sufrió, había diezmado considerablemente sus condiciones físicas. Canavaggio, uno de los biógrafos cervantistas más reconocidos, sostiene que:

Disminuido por sus heridas, ¿no aspiraría Miguel más bien a un empleo civil? ¿Un cargo de corregidor, por ejemplo, a semejanza de su abuelo el licenciado, o de su tío Andrés? Solicitará uno, quince años más tarde, en su demanda al Consejo de Indias. Más simplemente todavía –si se admite su duelo con Sigura y su condena en rebeldía en 1568-, tal vez esperaba beneficiarse de un sobreseimiento alegando sus siete años de exilio, sus actos de valentía y la satisfacción de sus superiores. (69-70)

Efectivamente, en un memorial fechado el 21 de mayo de 1590, solicita Miguel de Cervantes, y en la que comparecen cuatro testigos ante Jiménez Ortiz, alcalde de casa y corte, real orden para trasladarse a las Indias. Habría que esperar hasta que en 1804 [4], y durante cuatro años, Juan Agustín Ceán Bermúdez, se diera a la labor, a petición del Sr. D. Carlos IV, de examinar acuciosamente los documentos del Archivo general de las Indias, establecido en Sevilla. Lo hace bajo el encargo de indagar el motivo que llevó a Cervantes a aquella ciudad. En 1808, finalmente, se tiene noticia de este importante hallazgo documental, firmado por el propio Cervantes, antecedido de un título explicativo, que da cuenta del cautiverio y de la certificación presentada por el duque de Sesa, quien apoyó su causa.

Allí expone, en primer lugar, que ha servido a Su Majestad durante veintidós años. Menciona los percances y penurias sufridos en la Batalla naval de Lepanto [5], con un clarísimo tono de estoicismo; también rememora Navarino, Túnez y la Goleta, además del episodio en que fue arrestado en la galera del Sol y llevado en cautiverio a Argel, junto con un hermano suyo. Esto es utilizado estratégicamente para solicitar un puesto vacante en las Indias:

Pide y suplica humildemente, cuanto puede, a V. M. sea servido de hacerle merced de un oficio en las Indias de los tres o cuatro que al presente están vacos, que es el uno la contaduría del nuevo reino de Granada, o la gobernación de la provincia de Soconusco en Guatimala, o contador de las galeras de Cartagena, o corregidor de la ciudad de la Paz, que con cualquiera de estos oficios que V. M. le haga merced, la recibirá, porque es hombre hábil, y suficiente y benemérito para que V. M. le haga merced, porque su deseo es continuar siempre en el servicio de V. M., y acabar su vida como lo han hecho sus antepasados, que en ello recibirá muy gran bien y merced. (b)

Al reverso del memorial, aparece redactada escuetamente la respuesta a la petición de Cervantes: “Busque por acá en que se le haga merced”. Y se agrega un par de datos: “En Madrid a seis de junio de mil quinientos noventa. =Dr. Núñez Morquecho”. La respuesta, como se ve, tardó tan sólo un par de semanas. Había intercedido también el duque de Sesa, quien certifica los méritos realizados por Cervantes, y pide ayuda para efectuar su rescate. Américo Castro ha señalado que ésta sería la razón de la animosidad de Cervantes frente a Felipe II, a quien en último término debió atribuirle su fracaso.

Por otro lado, el padre de Cervantes, don Rodrigo, intercede, dando fe de los mismos episodios antes señalados. En una de las solicitudes, fechada el 17 de marzo de 1578, suplica justicia para su hijo. Pero también consta que Cervantes ya en el año 1582, en un documento encontrado en el Archivo de Simancas, Guerra Antigua, legajo 123, número I [6], dirige una carta a Antonio de Eraso, miembro del Consejo de Indias, a quien solicitaba algún oficio en América. Por otro lado, en el documento de 1590, Miguel de Cervantes explica que su familia gastó el patrimonio que tenía en rescatar a su hermano y a él, “y toda la hacienda de sus padres y las dotes de dos hermanas doncellas que tenían, las cuales quedaron pobres por rescatar a sus hermanos”. (1590) Este argumento, sin embargo, no fue considerado ante el Consejo de Indias. La razón podría explicarse debido a que los cargos administrativos que allí se otorgaban, respondían generalmente a retribuciones políticas o, sencillamente, por compra, y no por méritos o por servicios prestados. Cervantes y su familia no representaban para el Consejo ninguna personalidad a la que se debiese algún tipo de compensación, lo que explica las constantes denegaciones. Y pese al alto nivel cultural de Cervantes, y a la gran cantidad de servicios realizados para la corona, debió conformarse con vivir en Andalucía. Más tarde, deviene una serie de acusaciones, juicios, encarcelamiento y carencias económicas en su contra.


CERVANTES Y LA FICCIÓN DEL NUEVO MUNDO

La relación de Cervantes con el Nuevo Mundo se transforma en materia ficcional. Debido a la imposibilidad de concretar su anhelo transatlántico, el espacio americano se convertirá, dentro de su imaginario, en una presencia literaria. Malcolm Gaylord ha señalado que: “Después de pedir en 1590 el permiso para pasar a las Indias que le fue negado, siguió alimentando con lecturas y con invenciones literarias propias de su sueño transatlántico y hasta transpacífico” (81). En el Quijote de 1615, Cervantes imagina en el prólogo que ha sido invitado a enseñar la lengua española en una escuela china. Por otro lado, hay quienes señalan que la figura de Sancho, debido a su recurrente obsesión con la ínsula Barataria, representaría una “sátira benévola del gobernador de Indias” [7].

Sin embargo, las referencias indianas al interior del libro son muy escasas. Entre ellas, se menciona a una señora vizcaína que va a Sevilla para embarcarse con su esposo, “que pasaba las Indias con un muy honroso cargo”. (I, 8, 133). En total las referencias no superan a una diez o doce, por lo que este cuasi silencio, considerando las más de mil páginas del Quijote, nos plantea algunos problemas. La función de la imagen de las Indias dentro del escenario cervantino “cumplen una función metafórica ilustrativa” (Malcolm 83). Dicha función se desarrolla en un sentido paródico, aludiendo directa o indirectamente al objeto de representación. Por ejemplo, el caballero andante, don Quijote, busca “cobrarse eterno nombre y fama”, curiosamente con la misma premisa que la de los conquistadores de Indias. De este modo, los continuos enfrentamientos de don Quijote como caballero, podría tal vez entenderse como una metáfora de la Conquista en el Nuevo Mundo, al enfrentarse a la aventura de lo desconocido y su intento persistente por dejar fama de sí.

Ahora bien, el problema de la identidad en don Quijote, prototipo del viajero, es algo que presenta varios niveles de lectura. Sabemos que, en realidad, es un hidalgo empobrecido, cuyo nombre es Alonso Quijano, y que lee asiduamente novelas de caballería. En su afición, el personaje elabora su propia figura de caballero andante, a la usanza aristocrática y cortesana de la Edad media, es decir, se construye una identidad, para lo cual resulta necesario autodenominarse consecuentemente: “Pero, acordándose que el valeroso Amadís no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse don Quijote de la Mancha”. (I, 1, 77). Este primer gesto, que revela la posibilidad de construirse a imagen y semejanza de la palabra, es decir, la transformación del mundo ficcional del relato, en experiencia vital. El personaje, en un evidentísimo anacronismo, y queriendo resucitar en su época la andante caballería, sale en busca de aventuras, emprende un viaje sin un destino determinado, en un tiempo en que los caballeros andantes y los mágicos encantadores, pertenecen al mundo libresco. En consecuencia, será visto por los otros como un loco. Sin embargo, lo paradójico es que todos leen novelas de caballería e, inclusive, no distinguen muy claramente que lo leído pertenece al mundo de la ficción.

Cervantes, a través de don Quijote, expone la condición de fracaso del héroe, y puede leerse desde la óptica de una épica deceptiva. Por lo tanto, el personaje se construye como un sujeto problematizado, que transita en busca de aventuras y de la realización incumplida de un ideal; este fracaso, por lo tanto, ilustra el momento cultural de crisis sobre el cual se desencadena la tragedia del sujeto aventurero, pero también del hombre en la surgente modernidad. Francisco Layna ha señalado:

Pero si don Quijote abandona a Sancho, si paga por los daños causados, si no puede liberar a sus héroes, si no puede desencantar a Dulcinea, si no tiene las pocas monedas que esta le solicita, si reconoce no saber qué conquista con la fuerza de sus brazos, si, en fin, se percata de todo aquello que le sucedió y que jamás hubiera reconocido como ejemplar en la conducta de un caballero andante, a don Quijote solo le queda la salida de pensarse a sí mismo como resultado de un proyecto no culminado (388).

Si don Quijote ha defendido valores e ideales caballerescos ya anacrónicos, él mismo se ha contradicho reiteradamente. Su complejidad como personaje reside, precisamente, en esta condición vital, que lo lleva a cometer errores y desaciertos como cualquier ser humano. Precisamente allí está uno de los mayores logros de Cervantes. Por lo mismo, don Quijote llega a un momento de lucidez, previo a su muerte: “Señores –dijo don Quijote-, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño. Yo fui loco, y ya soy cuerdo: fui don Quijote de la Mancha, y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno. Pueda con vuestras mercedes mi arrepentimiento y mi verdad volverme a la estimación que de mí se tenía”. (II, 74, 590). Esta lucidez resulta, por lo tanto, indicar el punto culminante de la decepción que inunda estas páginas: el reconocimiento del personaje de su propia locura y arrepentimiento así lo expresan. Pero también, con esto se revela el fracaso de su lucha por recobrar un tiempo pasado y de la pugna con un nuevo modelo cultural y social que se ha comenzado a imponer. En síntesis, don Quijote representa esa encrucijada, y plantea la más pretérita y moderna de las problemáticas, aquella que atañe a todo ser humano desde su condición más elemental: la libertad. Recuérdese, en este sentido, las propias palabras del caballero manchego, que resultan en sumo reveladoras: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”. (II, 58, 470). Estas palabras, en verdad, resumen el motor que impulsa la trama del libro, transformando el viaje en una experiencia de libertad.

El motivo del viaje en la obra cervantina es, en realidad, un tópico o una constante. El contexto histórico del autor, sin duda alguna, sirve como alimento para su fantasía de escritor. Pese a esto, y a su deseo constante de trasladarse al Nuevo Mundo, las referencias concretas a éste parecen escasas. Sin embargo, una alusión concreta la encontramos en “El celoso extremeño”, perteneciente a la colección de las Novelas ejemplares. Allí, el narrador alude negativamente al Nuevo Mundo, señalándolo como un espacio de perdición, ya que pueden darse allí aquellas licencias que en España serían castigadas: “pasarse a las Indias, refugio y amparo de los desesperados de España, iglesia de los alzados, salvoconducto de los homicidas, pala y cubierta de los jugadores […] engaño común de muchos y remedio particular de pocos”. (Cervantes 101). En consecuencia, puede rastrearse una forma alegorizada del modelo colonial que se impuso, pero claramente esto se presenta como una crítica al sistema administrado por España en el Nuevo Mundo. De Armas Wilson señala que: “But Cervantes had also set foot –if only in his mind’s eye- on the new continent of America. As his chapter will elaborate, he tried several times to emigrate to the New World. Refused a passage to the Indies, he began to write instead, sometimes referencing, often allegorizing, Iberian colonial expansion. (De Armas Wilson 20)

Pero, así las cosas, ¿por qué Cervantes critica pero a la vez intenta reiteradas veces “pasarse” al Nuevo Mundo? La respuesta supone elucubración, por lo que optamos no ahondar en ello. No obstante, las razones que conducen al escritor a escribir una novela son similares a las del sujeto que proyecta realizar un viaje, o las del conquistador: experimentar la aventura. Don Quijote es el exponente máximo del aventurero; Hernán Cortés lo es del conquistador. Conquista y aventura se encuentran imbricadas, y en cierto punto unidas bajo un mismo ideal.

En suma, la imposibilidad de Cervantes de ver realizado su sueño transatlántico, es un testimonio vívido, que da cuenta sobre este complejo proceso histórico, que vincula, y para siempre, al Viejo Mundo con el Nuevo. Una historia marcada por la imposibilidad, al igual que don Quijote, causada por un sistema administrativo burocrático, inepto e interesado. Además, la propia vida de Cervantes refleja una existencia marcada por el fracaso en lo material-simbólico: cautiverio, pobreza, encarcelamiento, etc. No obstante, su mayor conquista fue dar vida al Quijote, un personaje que sigue estando vivo en la memoria ficcional, deslumbrando a los ávidos y “desocupados lectores” de uno y otro lado del Atlántico, porque su aventura no se limita tan sólo a recorrer los parajes de la Península, sino, aún más allá, a los de la imaginación.


OBRAS CITADAS

ALBISTUR, Jorge. “Cervantes y América”. Cervantes y las Crónicas de Indias. Montevideo: Eds. de la Banda Oriental, 1991. 29-39.

BIBLIOTECA Virtual Miguel de Cervantes. (a) Información hecha en Argel a solicitud de Miguel de Cervantes Saavedra. Alicante: 2005. Ed. digital del Real Archivo de Indias, T.25, Madrid, Imprenta de Miguel Quirós, 1864, pp. 386-533. Disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/ivqu/
12817296526714839876435/p0000003.htm

_____________. Documentos hallados en Sevilla. (b) (§§. 9 a 66, 77 y 78.) Comp. Martín Fernández de Navarrete. Alicante: 2005. Ed. digital basada en la de Madrid, Imprenta Real, 1819. Disponible en:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/Sirve Obras/cerv/12604733118045969643624/p0000007.htm

CANAVAGGIO, Jean. Cervantes. Madrid: Espasa-Calpe, 1987.

CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. 3 vols. Ed. Luis Andrés Murillo. Madrid: Castalia, 1982.

______________. “El celoso extremeño”. Novelas ejemplares II. Undécima edición. Madrid: Cátedra. 1989, 99-136.

DE ARMAS WILSON, Diana. Cervantes, the Novel, and the New World. New York: Oxford University Press, 2000. 254.

ELLIOTT, John. “El impacto incierto”. El viejo mundo y el nuevo 1492-1650. Madrid: Alianza, 1976. 13-40.

GARCÍA PEDRAZA, Montserrat. “Memorial escrito por Miguel de Cervantes” .
http://www2.uah.es/cisneros/carpeta/images/pdfs/276.pdf. Sin fechas indicadas.

LAYNA, FRANCISCO. La eficacia del fracaso. Representaciones culturales en la Segunda Parte del Quijote. Madrid: Polifemo, 2005.

MALCOLM GAYLORD, Mary. “Don Quijote, Amadís y los héroes americanos de la palabra”. El Quijote desde América. Ed. James Iffland and Gustavo Illades. México y Puebla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Colegio de México, 2006. 81-100.

PUJOL RUSSELL, Sara. “Un apunto sobre el viaje como tema poético en la poesía lírica de la primera mitad del siglo XIX español”. Estudios de Filología y retórica en homenaje a Luisa López Sujerc. Bilbao: Universidad de Deusto, 2000. 411-425.

SERRERA, Ramón. “La monarquía hispana y la primera organización del espacio colonial” . http://www.seacex.com/documentos/esp_med_17_monarq.pdf

SÁNCHEZ, Alberto. “Revisión del cautiverio cervantino en Argel”. Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America 17.1 (1997): 7-24. http://www.h-net.org/~cervantes/csa/artics97/sanchez.htm.


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NOTAS

[1] Una de las obras más importantes que ilustran lo señalado es la Brevísima relación sobre la destruición de las Indias, escrita por Fray Bartolomé de las Casas, quien elabora su discurso dirigido al Emperador Carlos V, con el objetivo de mostrarle los latrocinios ocurridos en el Nuevo Mundo, a manos de los Conquistadores españoles. Véase: Bartolomé de las Casas. Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Madrid: Cátedra, 1992.

[2] Para una revisión más acabada sobre el cautiverio de Cervantes en Argel, véase: Garcés, María Antonia. Cervantes in Algiers. A Captives Tale. Vanderbilt University Press, 2002. 349.

[3] Este tema puede rastrearse en la “Historia del cautivo”, en el Quijote de 1605: (I, 39-41). Se trata de una narración intercalada, que relata la historia de un cristiano cautivo en manos de musulmanes. Éste resulta liberado por la acción del deseo de Zoraida, quien quiere férreamente convertirse al cristianismo.

[4] Se advierte una discrepancia de fechas entre el texto, transcripto del original, titulado “Documentos hallados en Sevilla”, y disponible en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, y el texto crítico de Alberto Sánchez, titulado: “Revisión del cautiverio cervantino en Argel”. En el documento original, se indica la fecha de 1804, pero en el estudio de Sánchez se consigna la de 1894. Una diferencia importante de dataciones, pero la primacía de la fuente primaria, parece indicar una equivocación de este último. Véase el apartado de referencias bibliográficas al final de este artículo.

[5] De allí le viene el apelativo popular de “Manco de Lepanto”. En el Quijote apócrifo (1614), atribuido a Alonso Fernández de Avellaneda, se hace una burla explícita a esta condición de Cervantes, a lo cual él mismo replica, en su Prólogo de la Segunda Parte (1615), que su manquedad no proviene de una trifulca de taberna, sino que de “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes ni esperan ver los venideros”. Véase: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha II, Prólogo. Edición de L. Murillo.

[6] Véase bibliografía: García Pedraza, Montserrat. “Memorial escrito por Miguel de Cervantes”. (en línea).

[7] Véase: Porras Barrenechea, Raúl. “Cervantes y el Perú: ¿La carta de un gobernador inspiró a Cervantes la célebre carta de Sancho Panza a su mujer Teresa Panza?”. Arbor, 3, 1945. 537-544.







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