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Revista Pandora Brasil - ISSN 2175-3318
Revista de humanidades e de criatividade filosófica e literária


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ROSALÍA DE CASTRO Y SU OBRA POÉTICA

María Cristina Lagreca de Olio
Universidade Mackenzie


Mini currículo dos autores 


Rosalía de Castro nace el 24 de febrero de 1837 en una casa que hoy ya no existe y que estaba situada a la derecha del Camino Nuevo, una vía antigua de entrada en Compostela, utilizada por los viajeros que llegaban desde Pontevedra. La niña es registrada, con el nombre de María Rosalía Rita, hija de padres desconocidos.

La poeta gallega recibe una educación de acuerdo a la época y a su condición y según Ricardo Carballo Calero, se destaca desde muy temprano en la versificación y en las lecciones de dibujo y música, que mucho aprecia. Ella se aficiona a la declamación, interpretando con gran éxito en 1854, el papel principal del drama Rosmunda, de Gil y Zárate, en el “Liceo de la Juventud” y, en 1860, ya siendo una mujer casada, participa en la ciudad de Santiago de una función dramática a beneficio de los heridos en la campaña de África, alcanzando en las dos ocasiones un enorme éxito. El “Liceo de la Juventud” era desde su fundación en 1847, un lugar donde se organizaban exposiciones de pintura, conciertos y bailes. Ese ambiente cultural ejerce influencias que aparecen en sus primeros versos.

En 1856 Rosalía se encuentra en Madrid y un año después aparece publicada su primera obra denomina
La flor, constituida por un conjunto de poesías en castellano, que Manuel Murguía elogia desde La Iberia. Ambos son presentados por un amigo común y se casan el 10 de octubre de 1858. Al año siguiente nace la primera hija, a la cual seguirán otros seis hermanos y hermanas. El domicilio de la pareja cambia muchas veces, en general por las actividades profesionales de Murguía, que habiendo abandonado los estudios de farmacia en la Universidad de Santiago, se dedica a la literatura y al periodismo. Un año después de la boda, se hallan en Coruña, y vivirán en Madrid, Santiago, Lugo, viajarán por Extremadura, Andalucía, La Mancha y Levante. Cuando nombran a Murguía, jefe del Archivo de Simancas, la vida de ambos se desarrolla entre esa ciudad y Madrid, donde en 1870, Rosalía escribe gran parte de las composiciones de Follas Novas.

Desde 1871 ella ya no sale de Galicia, pues Murguía es nombrado jefe del Archivo Regional, residiendo en La Coruña, en Santiago o en Padrón. Vive sus últimos años en la comarca padronesa, donde había pasado la infancia y la juventud, hasta finalmente ocupar una casa llamada La Matanza, en la parroquia de Iria. Nunca ha disfrutado de buena salud y se constata en las pocas cartas conservadas, destinadas a su marido, que la aquejan varias enfermedades, como anunciando una corta vida. Antes de morir quiso pasar un tiempo a orilla del mar, regresando después a La Matanza, de donde no saldría hasta el final, consumida durante dos años por el cáncer y falleciendo, después de tres días de agonía, el 15 de julio de 1885. El 25 de mayo de 1895 sus restos son llevados a Santiago y reposan en la capilla de la iglesia gótica de Santo Domingo.

Su vida, marcada por el dolor, no muestra ninguna ambición personal, manifestando un fuerte sentimiento pesimista que le permite registrar en sus versos una enorme compasión, además de destacarse su aprecio por las raíces folclóricas de su tierra. No participa de ningún movimiento literario, a no ser el del Rexurdimiento, que es la lucha que se lleva a cabo para dar prestigio a la lengua, la cultura y la literatura de Galicia. Se recluye en la vida privada, no espera ni anhela ningún reconocimiento, dedicándose a su familia, a su hogar, sin desear ninguna gloria, lejos de las injusticias y las incomprensiones de la sociedad que la rodea.

Con el tiempo Rosalía se ha convertido en algo más que una figura histórica y literaria, según Marina Mayoral, y se hace símbolo del alma de Galicia. La originalidad de su creación y su peculiar biografía no facilitaron su reconocimiento. La poeta escribe la mayor parte de su obra en gallego, utilizándolo con gran categoría después de un largo silencio y dificultando la labor de la crítica, que a pesar de todo, continúa separando su obra en gallego y en castellano, como si no hubiesen tenido el mismo origen. Ella no sólo escribe en gallego, sino que también habla y canta, homenajea y eleva su tierra tan amada, reflejando en sus versos a su pueblo que engrandece en sus composiciones. Según Marina Mayoral, Rosalía es “…voz del pueblo, encarnación del alma galaica, de la raza celta…” (MAYORAL, p.16)

Como se sabe, Galicia ha sido siempre un pueblo influenciado por creencias de otros mundos, en una fusión de lo pagano y lo cristiano, llevándolo a pensar siempre en el Más Allá.

“Para Rosalía, más allá del mundo de los vivos, pero más acá, o, si se quiere, al margen de un Cielo o un Infierno cristianos, se mueven multitud de seres con los que es posible establecer comunicación y que, de un modo o de otro, siguen interviniendo o participando de la existencia terrenal: esos seres son designados frecuentemente por Rosalía con el apelativo de sombras.” (MAYORAL, p. 23)

Carballo considera que el hombre gallego, al verlas recorriendo en comunidad los lugares que amó, consigue disminuir el temor que le provocan. Las sombras son seres que han dejado de existir, pero que no se transforman inmediatamente sino que pasan por un periodo en el que son extraños en los mundos de los seres vivos y en los de las sombras. La poeta percibe la angustia del que acaba de morir que encuentra sombras que no son amigables, y que según Mayoral podemos leer en el libro A mi madre:

¡Ah! De dolientes sauces rodeada,
de dura hierba y ásperas ortigas,
¿cuál serás, madre, en tu dormir turbada
por vagarosas sombras enemigas?
¿Y yo tranquila he de gozar en tanto
blando sueño y lecho cariñoso,
mientras herida de mortal espanto
moras en el profundo tenebroso?

(Obras Completas)

En una primera etapa la sombra aparece en los sueños de los vivos, causando espanto y, según Mayoral, Rosalía nos habla de esa primera visión de la sombra de su madre,

Y aunque era mi madre aquella
que en sueños a ver tornaba,
ni yo amante la buscaba
ni me acariciaba ella.
……………………………….
Todo es hosco apartamiento,
como si una extraña fuera,
o cual si herirme pudiera
con el soplo de su aliento.
………………………………
Aun en sueños, tan sombría
la contemplé en su ternura,
que el alma, con saña dura,
la amaba y la repelía.

(Obras Completas)

Las sombras aparecen en la obra de Rosalía manteniéndose en la situación habitual que tenían en vida, siendo afectadas por los acontecimientos de la vida terrena y conservando sus características, así, como la madre de la poeta fue una persona triste y solitaria, su sombra también lo es. En su última obra En las orillas del Sar, habla con naturalidad sobre las sombras, mostrando un alto grado de comunicación con ese mundo. Es una conquista progresiva, que la autora desarrolla, pues en las obras anteriores, como Follas Novas, ya lo percibimos. A pesar de la capacidad de circular, las sombras muestran, según Mayoral, “predilección por los lugares conocidos, frecuentados durante la vida, sobre todo por la casa donde vivieron” (MAYORAL, p.29). Las sombras también adquieren las formas de la naturaleza, como el viento, la brisa, las burbujas del agua, hasta “las partículas que el sol ilumina al entrar en una estancia cerrada…”. Continúan demostrando sentimientos terrenales, las hay celosas, tristes, airadas… se percibe que el pasaje a la otra vida no las ha libertado y el regreso a los lugares conocidos es constante, poseyendo una identidad que les pertenece, confundiéndose con la “negra sombra” lo que no es correcto pues las sombras son “alguien” y la negra sombra es “algo”. Las sombras han tenido una vida en la tierra y de allá continúan a participar. La “negra sombra” es una realidad a la que se alude mediante un símbolo. Es siempre un mal recuerdo, es un concepto abstracto. (MAYORAL, p.30 y 31)

Las personas que nos escuchan, que nos aman, son las sombras que nos acompañan y nos aconsejan, no deja de sorprender que estas creencias conviven en Rosalía, con el catolicismo que recibió en su niñez, y se entrecruzan con las raíces paganas y populares. Ella cree en las sombras, que están más allá de su duda individual, que pertenecen a un pueblo que al morir no quiere irse definitivamente de la tierra, que continúa amando, odiando y conservando sus cualidades humanas y es con ellas que ha creado su poesía.

La religiosidad que se encuentra en su obra es la del tipo popular, que se destaca en “Cantares Gallegos” reflejando los aspectos atractivos de la vida y del espíritu galaico, como la poeta afirma, cosas de juventud, propias de la vida que comienza…. Galicia está siempre en primer lugar, y Rosalía es ella misma voz y alma de su pueblo. Ella espera que se le devuelva la “celeste venda” de la fe… es incrédula sin querer serlo, se aferra a las antiguas creencias; quiere deshacerse del dolor de no creer, al final comprende que la fe le impide ver la vida como es en realidad. Una fría amargura aparece en la parte final del siguiente poema:

¡Esperad y creed!: crea el que cree,
y ama con doble ardor aquel que espera.
Pero yo en el rincón más escondido
y también más hermoso de la Tierra,
sin esperar a Ulises
(que el nuestro ha naufragado en la tormenta)
semejante a Penélope,
tejo y destejo sin cesar mi tela…

(En las orillas del Sar)

Hay una evolución de este sentimiento, que va desde La flor, pasa por Follas Novas y culmina En las orillas del Sar, donde los desengaños han arrebatado al espíritu todo consuelo. Su religiosidad era exclusivamente de ella, y a pesar de haber vivido en una familia y en una sociedad marcadas por la religión, fue compleja y contradictoria, al igual que su espíritu torturado. Su obra presenta pesimismo, dolor, cansancio de vivir, falta de esperanza, sin dejar de pedir el retorno de la fe perdida. (MAYORAL, p.60)

Persiste en Rosalía la idea de que existen seres predestinados al dolor, a quienes les están negados los placeres de la vida y a quienes les da el nombre de los tristes. Esa existencia surge de una creencia anterior: el destino del hombre es imposible de cambiar. Esa creencia aparece desde el principio de su obra, sin mostrar perfiles definidos. Se representa en un joven que marchita todo lo que toca y que al despertar de un corto sueño ve que todo ha revivido en las manos de un niño:

Entonces el joven
del caso presente
la causa a su muerte
pregunta, y la halló.

Y en tanto que el niño
risueño jugaba,
su labio marcaba
sonrisa que heló.

La duda presiente
que acaso a su vida
por siempre irá unida…
fatal perdición.

(Obras completas)

La creencia en los tristes proviene del destino ya marcado y nada se puede hacer para cambiarlo, esta idea aparece en oposición a la de un Dios misericordioso y providente. Rosalía siente que forma parte de esos seres y los menciona con naturalidad en el transcurso de su obra, mostrando que ese concepto está consolidado, debiéndose observar que los tristes es un sustantivo, que se refiere a seres que han incorporado la tristeza. “La soledad y el apartamiento de la civilización les confieren el carácter de símbolo” (MAYORAL, p.64)

La característica del triste es que no posee los bienes que son comunes en el género humano. El triste desconoce la alegría de vivir y entra en conflicto con los dichosos, que son seres que sienten el dolor de forma pasajera, que no deja rastros y que no comprenden a los tristes, es más, los desprecian y no los respetan. Rosalía se consideraba un triste y se resentía de la incomprensión de los dichosos, que no demostraban sensibilidad ante esa predestinación. La comparación entre la situación del triste y la del resto de los mortales, es un tema frecuente, donde se habla del camino que recorre, que es solitario, pedregoso, estrecho, por donde avanza descalzo y cubierto de polvo. (MAYORAL, p. 64)

El tema del dolor es el más importante en la obra de Rosalía, pero se debe hacer una distinción, por un lado están las penas que vienen de afuera y por otro el dolor que viene de adentro. Las penas vienen de su propia vida y el dolor de la existencia de ser, el dolor de vivir, el dolor de existir, que integra su personalidad, y que ella considera parte de su condición de triste. Al aceptarlo y convencerse que va unido a su vida, avanza en el conocimiento de sí misma, dejando de rebelarse contra el destino y viviendo ese presentimiento del mal, de la expectativa del dolor, que es tan cruel como el propio dolor.

En un texto sobre Rosalía, es inevitable recordar su poema más famoso, “Negra sombra” que ha dado origen a una conocida música, y que fue incluida en la película dirigida por Alejandro Amenábar, Mar Adentro;

Cando penso que te fuches
negra sombra que me asombras,
ó pe dos meus cabezales
tornas facéndome mofa.

Cando maximo que es ida,
no mesmo sol te me amostras,
i eres a estrela que brila,
i eres a o vento que zoa.

Si cantan, es ti que cantas;
si choran, es ti que choras;
i es o marmurio do rio,
i es a noite, i es aurora.

En todo estás e ti es todo,
pra mim i en mim mesma moras,
nin me abandonarás nunca,
sombra que sempre me asombras.

(Follas Novas)

Para Carballo Calero, la sombra es un mal recuerdo de un pasado que se quiere enterrar. Para otros críticos es una alusión a su origen ilegítimo, una “sombra que asombra”. Las interpretaciones son variadas, incluyendo la alusión a un antiguo amor de la poeta y a sus relaciones atribuladas. Sin embargo, lo que se puede afirmar es que Negra Sombra se refiere a experiencias dolorosas y que palabras que ella utiliza en este poema, aparecen en otras ocasiones, siempre refiriéndose a su dolor y a la imposibilidad de huir de su constante presencia.

Para Jean Canavaggio, Rosalía se impregna del pesimismo de su época, de la agitación, de la violencia, de la búsqueda. Su poesía concentra la amargura de la morriña (sentimiento de la muerte) y de la >saudade (sentimiento de soledad cósmica) gallegas, los sufrimientos inconscientes de una infancia fuera de las normas, la impaciencia ante las injusticias sociales de todo tipo y ante la suerte de Galicia en la evolución contemporánea, pero no es una poesía de sumisión. (CANAVAGGIO, p.136)

Para quienes estudian su obra, es un ejemplo de superación ante las dificultades que la vida presenta, es la lucha constante de un ser torturado por el dolor, por las injusticias y los prejuicios de la época que le ha tocado vivir, llenándose de un inmenso amor por su tierra, su pueblo, sus creencias celtas y desde luego, bajo el signo de una religiosidad que le fue inculcada desde pequeña, que la ayuda y la condena al mismo tiempo.


BIBLIOGRAFÍA

CANAVAGGIO, J. Historia de la literatura española. Tomo V. Ariel. Barcelona, 1995.

CASTRO, R. Cantares Gallegos. CÁTEDRA. Madrid, 1998.

---------------- En las orillas del Sar. Austral. Madrid, 1997.

---------------- Obras completas. Aguilar, 5ª ed., Madrid, 1960.
v MAYORAL, M. La poesía de Rosalía de Castro. Gredos. Madrid, 1974.






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