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Revista Pandora Brasil - ISSN 2175-3318
Revista de humanidades e de criatividade filosófica e literária


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MADRES EN LA PATRIA AUSENTE: POEMA DE CHILE
Y GABRIELA MISTRAL

Javier Mocarquer
University of Notre Dame
jmocarqu@nd.edu


Mini currículo dos autores 

“Contar las patrias es tan dulce a la lengua como contar
la infancia o el cuerpo de la madre o las carnes del hijo”.


(Mistral. Magisterio y niño)

SER MADRE, ESE SER OTRO

Ser madre, ser hijo. ¿Qué significa esto en el espacio simbólico de América Latina? Esta pregunta articula varias interrogantes concatenadas, y encierra en sí la huella de una herida primigenia. Y es que precisamente esto Gabriela Mistral (1889-1957) se pregunta y problematiza en su Poema de Chile (1967) [1] , es decir, ¿cómo nos hemos construido y configurado en cuanto sujetos a partir de la experiencia del trauma? Mistral fue una aguda observadora de la realidad social de Latinoamérica, y su pensamiento constituye uno de los más juiciosos y críticos de su tiempo. El trauma que aquí tratamos, revela las fisuras de un continente violentado por la Conquista [2], pero que existe y se configura como realidad a partir de ella. ¿Qué implicancias psicosociales y antropológicas tiene este episodio en nuestro imaginario? ¿Cómo esto llega a tensionarse en el poemario mistraliano y a producir un discurso sobre la propia identidad? Esta y otras son las premisas con las que iniciamos y abordamos este estudio Madres en la patria ausente.

Siguiendo estas interrogantes, a poco más de cuatro décadas de publicado el Poema, resulta pertinente y necesario efectuar una relectura cuya matriz sea el rastreo y problematización de las constelaciones de sentido que el poemario plantea. En este contexto, nuestra apuesta se justifica porque, tal como lo ha señalado Soledad Falabella: “A pesar de constituir el veinticinco por ciento de la obra total de la autora y casi la mitad de sus manuscritos, nunca se constituyó como parte del canon. Su recepción es escasa y fragmentaria y sus ediciones son altamente problemáticas” (14). De este modo, y bajo la impronta de que se trata de una obra póstuma, cuyo proceso de escritura es el resultado de un proyecto literario inconcluso, el abordar su fijación en cuanto texto supone ciertas dificultades, pero que enriquecen las posibilidades de producción de sentido, por tratarse de un libro inacabado, móvil y en latente mutación. Teniendo esto en cuenta, se busca analizar y problematizar los ‘ejes latentes’ que articulan la construcción del discurso poético mistraliano, con la finalidad de establecer nuevas perspectivas críticas de lectura.

Según lo anterior, nos hemos planteado indagar por qué la figura y obra de Gabriela Mistral ha sido construida sobre la base del canon; qué requisitos parece cumplir esta autora para que los aparatos de poder –políticos y académicos– la hayan apropiado como un “suplemento” [3] cultural e, incluso, se la haya divinizado en vida. Esta es una de las razones por las que hemos decidido analizar una de sus obras más problemáticas y que discurren con mayor fuerza contra el canon, el Poema de Chile. Es decir, cómo a través de los temas y motivos que plantea, se presenta la paradoja de estar fuera del canon, y sin embargo continúa incluyéndosele, debido a lecturas erráticas, al ejercicio del poder, no como entidad abstracta sino que concretamente desde el Estado de Chile, la dictadura y la academia. Desde allí, la construcción de Gabriela Mistral como figura mitificada en el imaginario social chileno, se debe a un desplazamiento, es decir, a la resemantización e interpretación errónea –intencionadamente o no– de su discurso, el que es ante todo antihegemónico.

El recorrido y recreación del espacio geográfico que se presenta en el Poema, es ante todo una construcción simbólica, orden imaginario que responde a un proceso ficcional, y que surge a partir del distanciamiento entre lo evocado por la autora y lo que, en la materialización poética, la hablante lírico revive. Así, el texto poético pone de relieve, entre otros temas, la política, el indigenismo, el mestizaje, las relaciones de género y poder, el matriarcado o el problema del “huacherío ” [4] en América Latina. La figura de la “mama” como portadora de una sabiduría popular, que “recoge” a un indiecito atacameño, niño “huacho” y, por extensión, un relegado social, constituye el punto de entrada a las relaciones que caracterizan –y han caracterizado– el espacio simbólico latinoamericano y, más concretamente, de Chile.

La oralidad cobra un rol de importancia dentro del constante diálogo que la “mama” sostiene con el niño, puesto que es a través de la palabra que ella le muestra el mundo y enseña acerca de su propia identidad. El sujeto poético, en consecuencia, es una voz femenina maternal, formadora de valores y principios, pero que sin embargo está sobredeterminada por su condición de desplazada o exiliada. Entonces, ¿cuáles son las consecuencias de dicha palabra y cómo ésta llega a ser capaz de configurar un territorio que tensiona la compleja relación entre estética y política?, o bien, ¿llega este proyecto literario de una intelectual mujer y latinoamericana a remover en algún sentido el escenario social y cultural de la segunda década del siglo veinte en Chile? A partir de estas premisas, la figura de la “mama” resulta vital para la comprensión de un sistema de relaciones que se sustenta en un trauma primigenio, y cuyas implicancias en el imaginario simbólico repercuten sobre un sistema social de valores y creencias afines. Se discuten y replantean nociones tales como ‘patria’, la figura del ‘huacho’ –y las ‘huachas’–, los símbolos nacionales, etc. Por ello, se busca constatar de qué manera el poemario presenta resistencias a los discursos hegemónicos y, por tanto, ante este escenario, posee un valor subversivo.

Cabe señalar que Gabriela Mistral se inserta, dentro del panorama histórico-cultural latinoamericano, como una de las figuras más prominentes de su época. Según señalara la Academia sueca al otorgarle el Premio Nobel en 1945, se le concedió “por su poesía lírica, inspirada por poderosas emociones que han hecho de su obra el símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano” (Gumucio 7). Esta afirmación hace patente que su producción poética es el resultado de un sentimiento propiamente latinoamericano, cuyo eje de inspiración y temas es dicha condición. A partir de esto, y a modo de hipótesis, postulamos que tanto su obra como la figura de Gabriela Mistral, se ven sobredeterminadas como un “producto” o resultado de una construcción identitaria e ideológica, por lo que su producción literaria cobra una dimensión política al ser utilizada por los aparatos de poder –Estado de Chile y academia–, en cuanto resultado de dicha sobredeterminación. Esto es, se lee a Mistral como una escritora latinoamericana, mujer, mestiza, de clase media “venida a menos”, maternal, maestra rural, etc. Ello no solo condiciona de antedicho la recepción de su obra y, por ende, repercute en cómo ha sido interpretada, sino que también ha ido modelando algunas lecturas erróneas y hasta prejuiciadas.


CONSTRUCCIÓN Y DECONSTRUCCIÓN DEL MONUMENTO

“Máscara, personaje, leyenda, que acaba por adueñarse
públicamente de su persona”.

(Luis Vargas Saavedra)

Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila Godoy Alcayaga, nace en Vicuña en 1889, un pueblo recóndito del norte de Chile. Su padre, un maestro de escuela aficionado a la poesía y la guitarra; su madre, una modista y bordadora, que cultiva la huerta y lee la Biblia. El padre abandona el hogar en 1892, y esto resulta relevante a la hora de entender la relación con la figura paterna; según ella misma declarase: “el padre anda en la locura heroica de la vida y no sabemos lo que es su día” (Mistral 737-38). Este hueco dejado por el padre, representa el primer abandono sufrido por Gabriela Mistral. El abandono como tema, resulta relevante al momento de indagar sobre su producción literaria, ya que constituye un leit motiv que traspasa su obra, pero también su vida. Sobre la ausencia paterna, se explica en el prefacio del libro Tala, en la edición de 1979, cómo Mistral responde, en tono poético, que: “A falta de padre verdadero […] Gabriela se aferró a la tierra en un haz de sensaciones, viendo con un ojo total “los cerros tutelares que se me vienen encima como un padre que me reencuentra y me abraza, y bocanada de perfume de esas hierbas infinitas de los cerros” (Calderón 12).

Esta respuesta poetizada ante la ausencia del padre, es un tipo de explicación recurrente en la autora. Lo hace también para explicar su propia nominación como “Gabriela Mistral”. Señala Magda Sepúlveda, refiriéndose al problema del nombre: “esta niñita, ¿de quién es hija?” La respuesta de la poeta es: del viento” (24). El nombre, como lo analiza la crítico, constituye una marca que condiciona al sujeto desde su nacimiento y que, en la cultura chilena, puede estigmatizar y provocar una tachadura dentro la sociedad, por ser leído como marca de clase. Mistral, entonces, cambia su nombre. El Godoy lo suprime y, en cambio, utiliza la nominación de un viento que cruza parte de España e Italia [5] . Esta respuesta, al igual que la ausencia paterna, establece una mirada singular sobre el sí mismo y la manera en que es explicado el propio origen. La respuesta poética sobre el nombre es, sin embargo, en el Poema de Chile, una larga contestación a las tachaduras y ninguneos sufridos por Mistral en su país de origen, antes de iniciar su larga errancia a partir de la década de los veinte, fecha coincidente con la gestación del Poema.

Ahora bien, la construcción del monumento Mistral está traspasada por varios vectores. En primer lugar, es posible reconocer que la propia poeta contribuye a crear una imagen “sacralizada” sobre su figura. Lo hace desde su posicionamiento como intelectual comprometida con causas que la identifican con lo maternal, lo religioso y el instinto protector de los más indefensos. Como estrategia, Mistral se desexualiza, oculta su historia privada y, a cambio, cuenta una historia poetizada sobre su vida. Por ello, ella misma remite a ciertos pasajes biográficos en cierto tono poético. Además, guarda un silencio impenetrable sobre aquellos temas que podrían haber afectado esta imagen divinizada y, todavía más, no revela tacha alguna. En segundo lugar, esta imagen resulta ser muy atractiva para los aparatos de poder, especialmente el Estado de Chile y la academia, en cuanto institucionalidades que buscan controlar conciencias.

De este modo, la imagen pública de Gabriela Mistral opera sobre una doble articulación. Por un lado, representa una voz desde la alteridad, ocupando un espacio-otro y cuyas implicancias son fundamentalmente sociales. Por otro lado, su escritura responde a la voz de una intelectual ilustrada, cuyo lenguaje es poco plausible para los menos ilustrados. En este sentido, Kemy Oyarzún señala: “Una emisión discursiva marginal no siempre corresponde a una recepción marginal. Y viceversa. Se trata de una discrepancia doble, vinculada al hecho de que la escritura de Gabriela Mistral está cruzada por distintos vectores simultáneamente, el de la “lengua mayor” y otro “marginal” (26). Efectivamente, la autora expresó de manera reiterada su preocupación por los temas sociales, sobre todo aquellos concernientes a los más desamparados y que ocupan un espacio marginal en la sociedad: mujeres, niños, indígenas, entre otros. Sin embargo, como lo señala la crítico, este discurso no necesariamente puede ser recibido por dichos grupos, especialmente debido a que el lenguaje mistraliano responde sobre todo a un registro culto formal, por más que introduzca elementos populares, especialmente de la oralidad popular.

La apropiación de Mistral desde los discursos de poder, opera tanto desde el Estado de Chile como de la academia. Sobre su figura se construye un mito, y se utilizan epítetos que expresan una “monumentalización” y cuasi divinización de quien fuera la “maestra de América”. La dictadura de Pinochet la enaltece al nivel de heroína, resaltando sus valores maternales y sus labores pedagógicas. En ese sentido, su figura es transformada en la de una “madre de la patria”, y por lo tanto se la representará como un personaje intachable, la encarnación de los valores cristianos y patrióticos. Además, se borra con ello el discurso contestatario de Mistral, especialmente su enérgica posición antifascista. Señala Soledad Falabella: “El proyecto de refundación de la familia de la Nación chilena que emprendió el régimen militar consistió en la re-escritura del imaginario social […] La imagen de Mistral se utiliza repetidamente durante esta lamentable etapa de la historia chilena” (21).

Además de estas apropiaciones por parte del Estado de Chile, la academia se apropia de la figura de la poeta, enaltece su labor pedagógica y literaria, y la transforma así en materia obligada de estudio en las clases de Lengua Castellana impartidas en las escuelas. Los niños deben memorizar poemas, rondas y canciones de cuna de Mistral, y el acto de memorizar dichos textos, va creando, por la repetición, un eco que poco a poco se va vaciando de significación y sentido. El portento Mistral se transforma, en el imaginario social, en una estatua de mármol, por lo que pierde vida y, en esos términos, será recordada solamente en su dimensión de monumento.

Por otro lado, uno de los temas que resultan más enigmáticos sobre su vida, es el misterio en torno a la maternidad. Lila Zemborain señala que: “en el año 1926 cuando Gabriela Mistral se encontraba en Marsella, un hermano del padre de Mistral apareció con su hijo de diez meses y lo dejó al cuidado de su media hermana, porque el niño era huérfano de madre […] A partir de ese momento Juan Miguel comparte con Mistral su vida y se convierte en Yin Yin” (8). Gabriela Mistral adopta a este niño que, en su condición de orfandad en Chile sería representado por la figura del “huacho” [6] . A partir de esto, como también de su escritura anterior, se establece que Mistral poseía un fuerte instinto maternal, que expresa especialmente en su libro Ternura, y que dedica como legado a los niños del mundo.

Juan Miguel Godoy, Yin Yin, se impone como la figura del hijo que tanto anhelase Gabriela Mistral. Satisface esa pulsión maternal que la poeta manifestó desde su juventud. Sin embargo, sucede un hecho trágico. Un 14 de agosto de 1943, a los dieciocho años de edad, el joven se suicida en Petrópolis, Brasil, por una relación amorosa imposible. Esto marca una herida que repercute significativamente en Mistral, drama que puede rastrearse y leerse en su obra sucesiva. El hijo se transformará, entonces, en una obsesión para la poeta, porque como señala Freud, el vacío dejado por el trauma se transforma en pulsión y, con ello, se manifiesta la obsesión. Mistral se encierra en sí misma y, como modo de sutura, escribe. La escritura, acto reparador, resulta reveladora.

Pero la pregunta que aparece –y que reaparecerá con fuerza a partir de los últimos años, especialmente con motivo de la celebración del Bicentenario de la nación en 2010–, es cómo la nueva academia se hace cargo de esta construcción errónea sobre la figura de Mistral. De este modo, cómo borrar el discurso hegemónico ejercido, que quiso controlar no solo las conciencias, sino también las prácticas al interior de la nación. Poco a poco, y en este sentido, la figura de Mistral comienza a ser deconstruida desde los estudios culturales y literarios; se escribe infinidad de libros sobre ella y se comienzan a rodar filmes sobre su vida. Con esto, se empieza a exhibir a una Mistral de carne y hueso, de tal modo se reinstala ya no desde el monumento, sino desde su condición más vulnerable: su maternidad conflictuada, su condición de género y clase y, ahora en boga, su sexualidad.

Según lo anterior, cabe señalar que Mistral mantuvo hermetismo sobre su vida privada y, todavía más, sobre su sexualidad. Algunos críticos, especialmente desde los estudios queer, han señalado que Mistral escondió su identidad sexual de lesbiana, sobre todo por una religiosidad católica que le impedía declararse abiertamente y a su temor al “qué dirán”. Recuérdese que Mistral provenía de un pueblo pequeño, es decir, “pueblo chico, infierno grande”, lugar en que el divertimento de la gente son las habladurías y el cotilleo. Pero también debido a que ella consiguió ocupar un puesto de relevancia, por cuanto las apariencias resultan importantes para salvaguardar la imagen pública. Además, piénsese que la homosexualidad era considerada todavía una enfermedad, es decir, una desviación, no solo social sino que biológica. Por ello, como señala la critico Licia Fiol-Matta:

As Mistral was a closet lesbian, one wonders if homophobia played a critical role in the oversight of her figure and work after her death and until recent feminist reevaluations. But homophobia doesn’t begin to name the complexities of Mistral’s decisions and her receptions. The homophobic subject believes itself cleanly separated from its object of hatred, but Mistral inspired affection as well – a type of national childlikeness. She was both repudiated and loved, a revealing contradiction (19).

La pregunta sobre si fue o no lesbiana, se ha instalado como materia de debate durante los últimos años en Chile, especialmente con la publicación del epistolario entre la poeta y Doris Dana, su amiga íntima y confidente [7] . No obstante, esto presenta una cadena de tensiones con el sentido de rescate que se ha querido dar a su figura. Y esto, debido a que Chile sigue siendo un país conservador, sobre todo a causa del legado que ejerciera la Iglesia católica. Su condición sexual, sin embargo, sigue estando recubierta de misterio, producto del propio hermetismo y cuidado de Lucila Godoy sobre la figura de Gabriela Mistral. Pero, en suma, la construcción del monumento Mistral grafica las tensiones producidas entre los aparatos hegemónicos que ostentan el poder y los nuevos discursos sobre la alteridad. Cabe agregar, en este sentido, que su figura y obra siguen vigentes, debido a que Mistral se instala y enuncia desde y sobre conflictos que todavía aquejan al sujeto contemporáneo latinoamericano.


DE FANTASMAS Y HUACHOS: LA CONSTRUCCIÓN IDENTITARIA
DE LA DIFERENCIA EN POEMA DE CHILE


“País de la ausencia,
extraño país”
.
(Mistral)


El Poema de Chile representa un proyecto intelectual y artístico de largo aliento, cuyo principal cometido es la reconstrucción del espacio geográfico y humano de Chile. Según afirman algunos de los críticos más importantes en torno a su obra, este libro habría sido concebido por Gabriela Mistral desde los años veinte; pero hay quienes sostienen que fue sino a partir los años cuarenta su proceso de gestación [8] . Sin embargo, esto resultaría poco relevante si no sirviese para comprender que se trata de un libro viajero, un libro cuyo proceso de escritura es el producto de múltiples correcciones y variantes, un texto móvil e inacabado. Además, cabe añadir que Mistral no alcanzó a publicarlo en vida. De tal modo, nos encontramos ante un libro que fue recogido y reunido post mortem, por lo que no contamos con el criterio autorial definitivo acerca de la edición.

Como se ha dicho, se trata de una obra que permanentemente fue mutando; obra viajera, texto móvil y, todavía más, ¿escritura del exilio? Su proyecto fue plasmar la geografía física y social del país cuya lejanía se transformó en fantasma. Un país al que “no me dejan volver”, según ella misma atestiguara. La relación de Mistral con la patria es, por lo tanto, una relación conflictiva, cuyas implicancias intentaremos develar y, así, desentrañar los aspectos personales, sociales y políticos que constituyen tensiones con la nación. Según consta en las notas de Mistral que se encuentran entre sus manuscritos, el Poema de Chile fue concebido para:

Contar en metáforas la largura de Chile, sus tres climas, etc.
Contar finamente el que no me dejan volver.
Hacer hablar al niño en chileno y que hable bastante [9].

Estos tres cometidos articulan una intentio autorial explícita, los cuales intenta cumplir a través del acto de escritura. Este texto puede leerse, entonces, como un ejercicio de recomposición de la identidad nacional que, al haber sido ambicionado desde la distancia, desde el exilio, produce un efecto de distanciamiento, a causa de que el espacio se representa desde la memoria; en otras palabras, recuerdo e invención se sitúan como motores que impulsan la inspiración.

Además, cabe señalar que el poemario se sitúa como un recorrido en sentido norte-sur, a través del viaje que la sujeto emprende convertida en fantasma. No existe otra posibilidad material de regresar a Chile, y según la propia autora expresara en sus notas [10] . La condición de fantasma es, según el imaginario simbólico-escatológico, la condición de un alma que se encuentra también en una situación de extravío, un estar “entre el Cielo y la Tierra”, es decir, el Purgatorio. Este fantasma, materialidad que se expresa mediante la voz, en el “contar”, es, por lo tanto, un sujeto enunciador desplazado, invisible e inocuo. Una posición en cierto sentido cómoda, ya que puede hablar desde arriba sin ser visto, solamente oído a través de su mensaje poético.

A su vez, es posible observar que la actitud de Mistral es “contar” la patria, “sus paisajes y sus gentes”. Este contar se traduce en el acto de nombrar aquello que se quiere representar, y posee además una dimensión pedagógica, puesto que el discurso está dirigido a un niño, a quien la “mama” le enseña sobre su propia patria, su identidad y, con ello, le está devolviendo un sentido a su existencia a través del relato. El primer poema del libro, en este sentido, se titula “Hallazgo”, y constituye el punto de partida de este viaje, sobre el cual la voz que enuncia es la de un fantasma con marcas de género femenino. Dicha voz comenzará a fluir desde la perspectiva de quien desciende: “Bajé por espacio y aires / y más aires, descendiendo, / sin llamado y con llamada / por la fuerza del deseo […] y arribo como la flecha / éste mi segundo cuerpo / en el punto en que comienzan / Patria y Madre que me dieron” (Mistral 559).

Como se advierte, el sujeto poético “viene bajando”, es decir, ha estado situado en un “arriba”. La primera actitud que revela, es la volitiva, por cuanto viene “por la fuerza del deseo” y, con ello, expresa gozo y regocijo. Pero bajar implica, en términos judeocristianos, el descenso a lo terrenal, lo que por tanto se traduce en la posibilidad de afrontar ciertos peligros propiamente humanos. Sin embargo, el fantasma manifiesta felicidad por encontrarse de nuevo con su patria, la que asocia con la madre. De tal modo, este gesto puede ser entendido desde un punto de vista antropológico: la patria en América Latina es el lugar de las madres y, en ese sentido, sus valores son más femeninos que masculinos. Señala Sonia Montecino: “La mujer sola –junto al vástago huérfano de padre y de legitimidad–, aquella que ante el grito de “¡Ay madre… ay madre…” recupera una identidad y una “humanidad”, será la gran figura de nuestra memoria colectiva” (49). Nótese, en este sentido, cómo la expresión común “Madre Patria”, para referirse al país natal, presenta una asociación entre el espacio nacional con los valores propiamente maternales.

Ahora bien, y como se trata de un poema del “hallazgo”, la hablante lírico encontrará un personaje relevante para comprender las inquietudes contenidas en el discurso poético y que, por extensión, revelarán las preocupaciones sociales de Mistral. El sujeto, en este viaje del redescubrimiento, enuncia: “Iba yo, cruza-cruzando / matorrales, peladeros, / copándome ojos de quiscos / y escuadrones de hormigueros / cuando saltaron de pronto, / de un entrevero de helechos, / tu cuello y tu cuerpecillo / en la luz, cual pino nuevo” (Mistral 559). De tal manera, este hallazgo de la patria, en cuanto espacio femenino y materno, requiere la presencia de un niño, a quien se adopta como hijo. Esto podría leerse como la realización del propio deseo frustrado de Mistral en relación con la maternidad. Pero además, dicho niño es un indiecito atacameño, cuyo destino ha sido el abandono filial. Se trata de un huacho, un sujeto en condición de bastardía, relegado además por condición de raza y clase. El sujeto poético, en tanto voz femenina, acoge a este niño y lo adopta, es decir, con ello reivindica no tan sólo a este sujeto en particular, sino que también puede leerse como un gesto reivindicador del pasado que conforma la identidad cultural mestiza.

Por otro lado, el poema utiliza la oralidad como recurso, por cuanto esta contiene las huellas de identidad que el sujeto quiere recobrar. En otras palabras, este fantasma maternal, llamado por el niño “mama”, por oposición a “mamá”, y cuya marca es de afectividad sobre todo campesina, identifica el valor de la enseñanza sobre el mundo y la experiencia en él, a través de lo expresado en este registro. El niño reconoce estas marcas como un intento de esta mujer en mostrar cercanía, afecto e intimidad. La hablante enuncia: “Bien mereces que te lleve / por lo que tuve de reino. / Aunque lo dejé me tumba / en lo que llaman el pecho, / aunque ya no lleve nombre, / ni dé sombra caminando, / no me oigan pasar las huertas / ni me adivinen los pueblos” (Id.). Nuevamente se advierte que el sujeto se reconoce “sin nombre”. Magda Sepúlveda señala que el nombre representa una marca textual que condiciona al sujeto en el mundo. El nombre significa, dentro de la cultura chilena, valoraciones asociadas al posicionamiento social. Según la crítico, Mistral borra su nombre ‘Godoy’, que equivale a un apellido tachado, y se autodenomina como el viento que cruza parte de Italia y España. Con ello:

La creación de este apellido en el poemario opera como una sutura de otra(s) tachadura(s), esas que le decían ninguna, aparecida, pagana, poco femenina, cada una de las cuales Mistral recuerda y va respondiendo en Poema de Chile. El libro es legible entonces como un atlas de recomposición hacia un sí misma que es nosotras/ nosotros y es también una diatriba / recado para Chile sobre nuestro nombre (23).

De este modo, el regreso de Mistral convertida en un fantasma sin nombre, opera como un intento de señalar la incomodidad frente a una cultura que tacha y excluye por el patronímico heredado. Se instala, así, una forma de crítica a este sistema social de relaciones, el cual se sustenta en mecanismos discriminatiorios y clasistas. La propia Mistral sufrió el escarnio al ser ninguneada por su condición social, la cual, no obstante, reivindicaba a través de su discurso pro indigenista, abogando por los derechos de los pobres, las mujeres y los niños, entre otros. Por ello, en el Poema, Mistral escoge a un niño de origen indígena y “huacho”; dos características que en la cultura chilena representan la condición más baja en la sociedad. Este acto podría leerse como una intención autorial de proferir denuncia y crear conciencia.

Siguiendo el recorrido por Chile, el sujeto poético avanza de la mano del niño que ha acogido. El primer poema, como hemos visto, se titula “Hallazgo”, y debe su título al doble encuentro producido en este regreso escatológico: la patria y el niño huérfano. Decíamos que la patria es, según el imaginario simbólico mistraliano, un territorio materno, equivale a la “matria [11] ”. La pregunta, entonces, y que Mistral responderá en los sucesivos episodios de este viaje, es si acaso el proceso de construcción de la identidad nacional responde a un proceso en que la suma de las diferencias, es decir, aquellos cuerpos “otro”, marginados, constituyen el verdadero modelo de dicha identidad nacional.


OBRAS CITADAS

FALABELLA, Soledad. ¿Qué será de Chile en el cielo? Poema de Chile de Gabriela Mistral. Santiago de Chile: Lom, 2003.

FIOL-MATTA, Licia. A queer mother for the nation: The State and Gabriela Mistral. Minneapolis: University of Minnesota Press, 2002.

GUMUCIO, Alejandro. Gabriela Mistral y el Premio Nobel. Santiago: Nascimiento, 1946.

MIRANDA HERRERA, Paula. Identidad nacional y poéticas identitarias. Tesis para optar al grado de Doctora en Literatura Hispanoamericana y chilena. Grínor Rojo, dir. Santiago: Universidad de Chile, 2005.

MISTRAL, Gabriela. Poema de Chile. Santiago de Chile: Pomaire, 1967.

---------. Poesías Completas. Jaime Quezada, ed. Santiago de Chile: Andrés Bello, 2001.

MONTECINO, Sonia. Madres y huachos. Alegorías del mestizaje chileno. Cuarta edición. Santiago de Chile: Sudamericana, 2007.

OYARZÚN, Kemy. “Genealogía de un ícono: crítica de la recepción de Gabriela Mistral” . Nomadías. Nº 3, 1998.

ROJO, Grínor. Dirán que está en la gloria. (Mistral) . México D.F. y Santiago: Fondo de Cultura Económica, 1997.

SEPÚLVEDA, Magda. “Poema sin nombre, poema sin Chile: Mistral en Poema de Chile” . Revista Taller de Letras. Santiago: Facultad de Letras, Pontificia Universidad Católica de Chile. N°43. 2009. 23-33.

VARGAS SAAVEDRA, Luis. “¿Merecía Gabriela Mistral el Premio Nobel?” . Universidad Adolfo Ibáñez. Santiago de Chile. Disponible en Internet. Página revisada en abril de 2009.

ZEMBORAIN, Lila. Gabriela Mistral: Una mujer sin rostro. Rosario: Beatriz Viterbo Editora, 2002.

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NOTAS

[1] La primera edición de Poema de Chile data de 1967, y estuvo a cargo de quien fuera representante y albacea de la autora, Doris Dana. Además, como ha señalado Soledad Falabella: “Al morir Gabriela Mistral en 1957, deja inconcluso un largo texto, el cual había estado tratando de terminar hace mucho tiempo. Se trata de Poema de Chile, cuya primera publicación es 10 años más tarde, en 1967. […] Esta edición (y las posteriores que se basan en ella) contiene graves errores”. Véase: “¿Qué será de Chile en el cielo?” Propuesta de lectura para Poema de Chile de Gabriela Mistral”. Retablo de la Literatura chilena.

[2] La antropóloga Sonia Montecino señala: “La conquista fue, en sus comienzos, una empresa de hombres que violenta o amorosamente gozaron del cuerpo de las mujeres indígenas y engendraron con ellas vástagos mestizos. Híbridos que, en ese momento fundacional, fueron aborrecidos” (48). Véase: Madres y huachos. Alegorías del mestizaje chileno.

[3] Siguiendo la terminología de Soledad Falabella. Véase: ¿Qué será de Chile en el cielo? Poema de Chile de Gabriela Mistral.

[4] “Huacherío” por extensión a la figura del “huacho”, voz quechua que se asigna a los hijos bastardos o huérfanos, en Chile y casi toda la zona andina, cuya etimología proviene de Huachuy, y que denota adulterio o deshonra. Véase: Sonia Montecino. Madres y huachos: alegorías del mestizaje chileno.

[5] Aunque también sabemos que proviene de los escritores Gabriel D’Annunzio y Federico Mistral, a quienes la autora admiraba desde muy joven.

[6] Nótese esta interesante correspondencia con la adopción que el sujeto poético, que coincide con el sujeto biográfico del Poema de Chile, hace del niño indiecito atacameño. La Mistral literaria se transforma en la “mama” de dicho niño “huacho”; Mistral, en cuanto sujeto biográfico, lo hace también, adoptando a su sobrino apodado cariñosamente Yin-Yin.

[7] De esta amistad, la reciente publicación del epistolario Niña errante: cartas a Doris Dana, demostraría una relación amorosa entre ambas mujeres.

[8] Según los especialistas Daydí Tolson y Ana María Cúneo, el libro fue gestado a partir de los últimos quince años de vida de Gabriela Mistral. Soledad Falabella, en cambio, gracias a confiables pruebas documentales, sostiene que la fecha de inicio del poemerio data de 1923. Señala Grínor Rojo: “Aunque Santiago Daydí-Tolson afirme que este proyecto mistraliano “fue concebido probablemente a comienzos de la década del cuarenta”, las investigaciones hechas por María Soledad Falabella en los manuscritos de la Biblioteca del Congreso estadounidense demuestran que a Mistral la había estado rondando la idea de escribir un poema sobre su tierra natal desde mucho tiempo antes”. Véase: Dirán que está en la gloria. (Mistral), Cap. VII. Por su parte, la investigadora Paula Miranda prefiere remontarlo a los años cuarenta que es, como ella señala, el momento en que Mistral concibe la estructura de la obra y el título del mismo. Véase: Paula Miranda. Identidad nacional y poéticas identitarias.

[9] Esta intención autorial de Gabriela Mistral, descubierta por Soledad Falabella, está documentada en los manuscritos que se conservan en la Biblioteca del Congreso de Washington, página 298 del cuaderno 1.

[10] Recuérdese que va a “Contar finamente el que no me dejan volver”. En: “Manuscritos”. Biblioteca del Congreso de Washington, página 298 del cuaderno 1.

[11] Grínor Rojo señala: “Lo que Mistral va a buscar a Chile en el “Poema de Chile” es la Patria de La Madre, es decir, la Matria. Coincide pues esta postura con una antigua idea suya, formulada creo que por primera vez en el artículo “La Patria”, de 1906, donde ella había escrito que la evocación de “La Niñez”, y ésta a la de “esa flor divina i sacra: la Madre”. Véase: Dirán que está en la gloria. (Mistral).




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