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Revista Pandora Brasil - ISSN 2175-3318
Revista de humanidades e de criatividade filosófica e literária


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EL JUEGO DE PELOTA MAYA

María Cristina Lagreca de Olio
Universidade Mackenzie


Mini currículo dos autores
 


El juego de pelota, cuyo símbolo encabeza la presente edición de la Revista Pandora, se realizaba en espacios muy amplios, como en Chichen Itzá, donde ocupa una superficie de 7.000 metros cuadrados con una profundidad de 160 metros y era considerada la mayor cancha para la práctica de dicho juego en toda la región conocida como Mesoamérica. En cada uno de sus lados se observan paredes laterales, donde se fijan los aros cuya fotografía aparece en la carátula. Según las reglas, para obtener la máxima puntuación, los jugadores tenían que conseguir que pasara la pelota por el estrecho espacio de la abertura, lo que era considerado un hecho muy raro. En la mencionada fotografía, la decoración en bajo relieve representa Kukulcán, la serpiente emplumada de origen maya – tolteca.

El culto a la serpiente emplumada aparece representado en otras construcciones de Chichen Itzá, que reciben nuevos elementos, y están formados por columnas de una apariencia leve y con elementos iconográficos que hacen referencia a las órdenes militares. Los espacios, en el complejo arqueológico, están dedicados a diferentes funciones: uno para el juego de pelota, una gran plaza en forma de trapecio y otra que probablemente se destinaba a un mercado.

El sistema socio – político estaba militarizado en la sociedad tolteca, el ejército se apoyaba en las órdenes militares del Jaguar, el Águila y el Coyote, apareciendo en diversas manifestaciones artísticas en Chichen Itzá, como por ejemplo en los bajo relieves que representan águilas y jaguares que devoraban corazones humanos y a otros guerreros que triunfalmente presentaban cráneos de sus víctimas decapitadas. Estas costumbres eran típicas de las culturas de la planicie mejicana del período postclásico, que se extendió de 900 a 1697 d. C. y estaba considerado como un renacimiento de Chichen Itzá, estimulado por la llegada de los itzaes. También llegan a Yucatán otros grupos que proceden del centro de Méjico y que deforman la auténtica cultura maya, ocasionando una decadencia generalizada, que no permite el total dominio del territorio por parte de los españoles hasta finales del siglo XVII. La resistencia al colonizador fue feroz, incluyendo un impresionante suicidio colectivo, cuando la mayor parte de la población prefirió arrojarse a las aguas del lago Petén – Itzá que sufrir la esclavitud en manos de los colonizadores. Durante el siglo XVI, la resistencia por parte de los mayas había sido desesperada, destruyendo hasta sus propias tierras, abandonando los pueblos, cegando los pozos, escondiendo los alimentos y huyendo hacia la selva.

Con recursos muy limitados y en una región hostil, los mayas habían alcanzado una altísima civilización en la América precolombina, siendo un interrogante hasta los días de hoy su caída y descomposición. Existen nuevos descubrimientos que, según José León Cano, muestran que los orígenes mayas retroceden en el tiempo cada vez más. Los hallazgos de Norman Hammond, de la Universidad de Cambridge en Gran Bretaña, demostraron, en 1975, que restos de cerámica correspondientes al período de formación de la cultura maya se remontaban a 1020 a. C., haciendo retroceder así unos mil años el inicio de esta civilización. Posteriormente, se realizaron descubrimientos que los hicieron unos cuatrocientos años más viejos. Esto sorprende tanto, como el hecho de que lo hayan desarrollado en un lugar aislado como lo es la jungla e impide que los estudiosos lleguen a un acuerdo general.

Los mayas primitivos han ido sustituyendo la caza y la pesca originales por la agricultura, siendo sus útiles de piedra tallada una prueba de su desarrollo inicial. Se han encontrado, de aquella época, figuras femeninas de barro, de tosca elaboración, para – presumiblemente – obtener la fertilidad de la tierra al relacionarla con la mujer. Al final del período preclásico, entre el 800 y el 300 a. C., la introducción de nuevas técnicas, productos y la mejora del maíz - base de su alimentación – hacen que sea posible un primer acto de expansión, alcanzando el Pacífico y el Atlántico. La sociedad se reorganiza, los sacerdotes no realizan trabajos agrícolas, se edifican templos en lugares elevados y se dedican a ritos diferentes, más elaborados, al mismo tiempo que veneran a dioses que exigen constantes sacrificios humanos, para de este modo evitar la destrucción de la tierra, fuente de la vida para los mayas. Desde el 300 hasta el 150 a.C., la población aumenta, la sociedad adquiere características diferentes, los chamanes tienen un poder real sobre el resto de la comunidad, y es entonces el momento en el que se desarrollan los conocimientos de astronomía, la invención del cero y la construcción de las primeras pirámides. Los jeroglíficos de su sistema de escritura – todavía sin descifrar en su totalidad – surgen, de pronto, como los ritos fúnebres y los altares con nombres de dioses y de gobernantes.

El verdadero apogeo se produce entre el 600 y el 900 d.C., cuando aparecen los centros ceremoniales en el Pacífico, en los altos de Chiapas, en el Petén, en la costa del Golfo de Méjico y en la totalidad de la Península de Yucatán. Se realizan construcciones grandiosas, palacios enormes, sepulcros majestuosos, juegos de pelota, observatorios estelares y pirámides de más de 70 metros de altura, especialmente en Tikal, selva del Petén, en Guatemala. A pesar de ser algo extraño, la decadencia llega para los mayas. Innumerables hipótesis se elaboran, pero no se sabe, a ciencia cierta qué es lo que ha ocurrido para provocar la desaparición de tanto talento y creatividad. No se han podido probar epidemias, movimientos telúricos o agotamiento del suelo por cultivarlo en exceso. Se desconoce, en fin, por qué se paralizó la construcción de centros, pirámides, objetos sagrados de jade y de cerámica, como si los dioses hubiesen resuelto que ya no era necesaria la adoración que se les ofrecía. Se concentra, a partir del año 1000 al 1200, un desarrollo en la región de Chichen Itzá, con la llegada de un líder tolteca que tiene el mismo nombre que el dios pájaro de las culturas mesoamericanas, Kukulcán, y que origina una nueva era de auge en el comercio; se aumentan los sacrificios humanos, que no eran tan frecuentes en esa región maya, y Chichen Itzá sufre un final inesperado, un lento declive hasta la llegada de los conquistadores, como afirma J. L. Cano.


EL JUEGO DE PELOTA DE CHICHEN ITZA – YUCATÁN

En el libro sagrado de los mayas, el Popol Vuh, se cuenta que en la época de la creación del universo, dos hermanos, Hunshpú e Ixbalanqué, representaban el lado luminoso del cosmos y debieron enfrentarse a los seres de la oscuridad en una disputa que fue resuelta con un juego de pelota. Estos relatos y mitos fueron creados por los pueblos de habla quiché – perteneciente a la gran familia lingüística mayanse –, que a la llegada de los españoles se integraron en el libro sagrado, donde se relata que los hermanos divinizados desafiaron a los seres del inframundo, bajando hasta allí para jugar el deporte ritual conocido como “pok a pok”, en lengua maya, que significa el juego de pelota y que debe su nombre al sonido que se produce cuando se golpea la pelota contra el suelo y las paredes de la cancha. El nombre también podría provenir de cuando los jugadores la golpeaban con sus antebrazos o sus caderas, dependiendo del tipo de juego, ya que los mayas, en su época de auge y florecimiento, cuando poblaron el territorio sur de Mesoamérica con ciudades de una arquitectura que más tarde los caracterizaría, en cada una de ellas construyen una o más canchas para el juego de pelota, celebrando la hazaña de los hermanos iluminados en la lucha eterna entre la luz y la oscuridad, explicando su presencia en la tierra.

La cancha de Chichen Itzá esta rodeada de templos, algunos en mejor estado de conservación que otros. Por el tamaño de los anillos de piedra y por la altura en que se encuentran, hoy se sabe que el juego de pelota que se llevaba a cabo allí, era la variante en que se golpeaba la esfera de caucho - la pelota – con el antebrazo. La estructura se componía, en su conjunto, de cuatro construcciones en forma de doble T. Las más largas son las de oriente y poniente, que forman los muros verticales, observándose en el exterior gradas por las que los espectadores subían para apreciar el deporte ritual, mientras que en la parte interna, que da a la cancha, se aprecian las banquetas con relives de los jugadores y los anillos de piedra, colocados como ya se ha explicado, a gran altura y decorados con la imagen de dos serpientes emplumadas ondulantes cuyos cuerpos se entrelazan formando el símbolo del movimiento. En los relieves se representa el antiguo mito del juego de pelota, que se lee en el Popol Vuh: la vida y la muerte, la pugna entre la luz y la oscuridad y la planta que simboliza el número siete, representando la fertilidad; todos los elementos aquí presentes recuerdan que el sacrificio daba origen a la vitalidad que permitía que la existencia de los hombres fuera posible en este mundo complejo dominado por los dioses.

El juego de pelota es el primero organizado en la historia del deporte, que tiene un origen milenar y una importancia religiosa, al representar la lucha entre el día y la noche, o la pulla entre el inframundo y el cielo. En general, se acepta que los ganadores recibían loas y eran objeto de honores. A los perdedores, en algunos casos, se los sacrificaba. Con la llegada de los españoles, el juego fue prohibido por considerarse un rito pagano. Sin embargo ha sobrevivido y aún se practica en la parte central de Méjico.


ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL JUEGO COMO UN HECHO

El juego en sí es, para Huizinga, un hecho más antiguo que la cultura, pues los animales ya practicaban esta actividad lúdica, sin esperar que los hombres lo hicieran en las sociedades organizadas. Este autor afirma que la civilización humana no agregó ninguna característica esencial a la idea general del juego. (Huizinga, 2008, p. 3)

El juego tiene siempre un significado, existe siempre algo “en juego” al practicarlo, lo que le adjudica un sentido a la acción que se realiza. Según una teoría, citada por Huizinga, el joven se prepara para las actividades más serias que la vida le exigirá, en otra, en cambio, se trata de un ejercicio de auto control indispensable para el individuo. Para otros estudiosos se ve como un deseo innato de dominar o competir. En realidad, todas estas hipótesis parten de la creencia de que en esta actividad hay algo externo a ella, como una finalidad biológica. Todas estas teorías se complementan, no se excluyen ni tampoco se aproximan al concepto de entretenimiento.

Esta distracción se encuentra en todas partes como un elemento anterior a la propia cultura, acompañando el desarrollo de las sociedades hasta el momento actual. Está siempre presente, como una cualidad que distingue la vida “común”, como forma específica de actividad, como función social. (Ibidem, p. 6)

El hombre primitivo, por medio del mito, intenta explicar los fenómenos atribuyéndole un fundamento divino. Hay siempre un espíritu que transita entre el juego y la seriedad. Al observar el culto, se nota que dichas sociedades celebran sus ritos sagrados, sus consagraciones y misterios con la intención de asegurar la tranquilidad del mundo, dentro del puro espíritu del pasatiempo, en el verdadero sentido de la palabra y que en el caso del juego de pelota de los mayas se puede realmente constatar la intención de practicar un deporte sagrado, con el objeto de mantener el equilibrio entre fuerzas opuestas y amenazadoras. Ese mito y ese culto dan origen a las fuerzas de la vida civilizada: el derecho al orden, al comercio, a la sabiduría y a la ciencia, entre otras. (Ibidem, p. 7)

En este caso, el del juego de pelota maya, se encuentra el elemento teatral del espectáculo y los espectadores que acuden a presenciarlo. El rito es ejecutado y los observadores lo acompañan desde sus lugares previamente asignados, respetándose las diferentes clases que dominan la sociedad maya del momento. Es un acto que no incluye la risa, o sea que no se espera diversión. La acción de reír es exclusiva de los hombres, al mismo tiempo que la función significante del juego es común a hombres y a animales. Para Huizinga, el “animal ridens” de Aristóteles caracteriza al hombre, en oposición a los animales, de manera casi tan absoluta como el “homo sapiens”.

Tampoco aparece lo cómico en este juego de pelota maya, este elemento que está relacionado con la locura, no está aquí presente. Existe una seriedad impuesta que caracteriza la disputa entre las fuerzas opuestas que representan, que han sido ya citadas. Según algunas teorías, los perdedores eran sacrificados, mientras que otras hipótesis declaran que sólo a veces eran realizadas ejecuciones de algunos cautivos durante los torneos. Sea como fuere, el pasatiempo tenía un aspecto cruel, ya que se manifestaba el poder del soberano que podía, con su decisión, humillar a sus adversarios o sacrificarlos en homenaje a los dioses.

Este caso específico del juego de los mayas, como se afirma en su libro sagrado, se lo puede relacionar con la historia de sus orígenes, con la mitología, las tradiciones y la herencia cultural de este pueblo singular.


BIBLIOGRAFIA

CANO, José León. El Imperio maya. In: Historia y vida. Nro. 452. Barcelona. 2005.

HUIZINGA, Johan. Homo ludens. São Paulo: Perspectiva, 2008.

LONGHENA, María. México Antigo. Barcelona: Folio, 2006.

www.mexicodesconocido.com.mx. El juego de pelota de Chichen Itzá (Yucatán).



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