Tus manos presurosas se afanaron e luego,
como un montón de sombra, cayó el traje a tus pies,
y confiadamente, con divino sosiego,
surgió ante mí tu virgen y suave desnudez.
Tu cuerpo fino, elástico, su esbelta gracia erguía.
Eras en la penumbra como una claridad.
En un cálido velo que toda te envolvía,
la inefable dulzura de tu serenidad.
Con el alma en los ojos te contemplé extasiado.
Fui a pronunciar tu nombre y me quedé sin voz...
Y por mi ser entero pasó un temblor sagrado,
como si en tí, desnuda, se me mostrara Dios
Apaisement
Tus ojos y mis ojos se contemplan en la quietud crepuscular.
Nos bebemos el alma lentamente y se nos duerme el
desear.
Como dos niños que jamás supieron de los ardores del amor,
en la paz de la tarde nos miramos con novedad de corazón.
Violeta era el color de la montaña. Ahora azul, azul está.
Era una soledad el cielo. Ahora por el la luna va.
Me sabes tuyo, te recuerdo mía. Somos el hombre y la mujer.
Conscientes de ser nuestros,
nos miramos en el sereno atardecer.
Son del color del agua tus pupilas: del color del
agua del mar.
Desnuda, en ellas se sumerge mi alma con sed de amor
y eternidad.
Ella
dice :
Sus ojos suplicantes me pidieron
una tierna mirada, y por piedad
mis ojos se posaron en los suyos...
Pero él me dijo : ¡más!
Sus ojos suplicantes me pidieron
una dulce sonrisa, y por piedad
mis labios sonrieron a sus ojos...
Pero él me dijo : ¡más!
Sus manos suplicantes me pidieron
que les diera las mías, y en mi afán
de contentarlo, le entregué mis manos...
Pero él me dijo : ¡más!
Sus labios suplicantes me pidieron
que les diera mi boca, y por gustar
sus besos, le entregué mi boca trémula...
Pero él me dijo : ¡más!
Su ser, en una súplica suprema,
me pidió toda, ¡toda!, y por saciar
mi devorante sed fui toda suya
Pero él me dijo : ¡más!
Dice
el :
Le pedí una mirada, y al mirarme
brillaba en sus pupilas la piedad,
y sus ojos parece que decían:
¡no puedo darte más!
Le pedí una sonrisa. Al sonreírme
sonreía en sus labios la piedad,
y sus ojos parece que decían :
¡no puedo darte más!
Le pedí un beso, ¡un beso!, y al dejarme
sobre sus labios el amor gustar,
me decía su boca toda trémula :
¡no puedo darte más!
Le pedí en una súplica suprema,
que me diera su ser..., y al estrechar
su cuerpo contra el mío, me decía :
¡no puedo darte más!